Aunque para no sé cuántos "fue", y mejor olvidarlo pronto subiéndole a los altares, para mí es Juan Pablo II tan Grande que me evoca a San Cristóbal. Donde estaba la Señora allí quería él estar, junto a quienes Ella llama mis hijitos. ¿Quién si no le inspiró la corona de los Misterios Luminosos? ¿quién en toda Visitación enseña que la oración de cada día, la conversión en cada instante y la comunión contínua con el Espíritu Santo es lo que abre el surco para la Buena Semilla que es Cristo? ¿Quién es esa criatura a quien quien la ve no regresa a este mundo sino rendido hasta la muerte desbordante de vida?
El amor tan grande del Corazón de Jesús, i.e. del Corazón de Dios para con el Corazón de María, no tuvo, cuando la concibió a ella desde toda la Eternidad, ni tiene hoy, cuando la contiene gloriosa por encima de toda gloria en la Creación, más consecuencia que abrirse sin reservas a su clementísima piedad. Debido a lo primero fue posible la Redención, debido a lo segundo es aún posible la Salvación a pesar de lo peor.
El Corazón de María es el corazón de la Madre del Siervo de Dios, de la Maestra del Varón de Dolores. Cuando Él necesito humillarse hasta la condición de esclavo Ella, Inmaculada e indeciblemente Purísima, se le hizo esclava primero, cuando Él necesitó sufrir la Pasión Ella, mansa y humilde en extremo impensable, la sufrió antes. ¿Hay Dios más humilde? ¿Quién como Dios?
Ella siempre precede. El Señor no regresará mientras este mundo no reciba a Su Madre como merece, por la Verdad y para la Justicia. No veremos al Rey de Gloria antes que a Su Trono de Gloria que es, evidentemente -excepto para los teólogos-, María.